Hay en la Espeleología algo de ciencia y de deporte, y hasta un poco de poesía, pues se precisa inspiración y lucidez para ese descenso temerario a profundidades anónimas, encaminado a extirpar los secretos de un mundo marcado de antemano por el sello de lo trágico.
Traspasar la boca negra de una caverna supone el acceso a un mundo maravilloso, de extraordinario atractivo, pero muchos han perecido en cuevas a las que querían arrebatar sus intimidades.